Seguidores

domingo, 7 de marzo de 2010

Tambores

He visto a un hombre golpear un cuero en el metro de Nueva York. El ritmo estaba cargado de cosas, como un puño levantado contra el cielo. Recordé al oirlo la razón que llevó a un cmapesino de Florencia a tocar las campanas de su aldea, era ese mismo impetu, esa misma necesidad de comunicarse, de decir, de gritar, de informar sobre un hecho catastrófico, la muerte de la justicia.


Se trata de "The Visitor", pelicula dirigida por Thomas McCarthy se enfoca en el problema de la inmigración y el desarraigo desde la óptica del intruso, de quien ha construido su vida en un lugar que no le pertenece y que luego es expulsado sin miramientos.


Desde alli se hace la crítica de un sistema de inmigración que pasa por encima de cualquier nocion de justicia y que no puede ser juzgado más que como absurdo. El miedo al inmigrante, en particular si proviene del medio oriente, parece haber llegado casi al nivel de la paranoia colectiva, pero su origen no es desde luego una simple causalidad, ni que decirlo.


A todas estas, al final de la pelicula me he quedado pensando en el zapatazo que reseñaba ayer y en el tipo que desde Florencia toca a muerte por la justicia y me queda la sensación de que es preciso detenerse, dejar de lado la cotidianidad, hacer una pausa, respirar profundamente y llamar las cosas por su nombre, sin importar cual sea este. Hacerse oir, hacer que los otros vean que no estan solos, que hay otros que comparten su dolor y su pesar. Y que se unan los tambores, o las campanas, o los zapatos, es momento de decir, de hacerse oir.

sábado, 6 de marzo de 2010

Sobre la altivez

Apenas ayer vine a saber que en la ciudad de Barranquilla una mujer quizo darle un zapatazo a un candidato presidencial. Se lo merecía desde luego, pienso yo desde la silla en la que me siento a ver pasar el mundo. Pero además de eso y mucho mas importante ha sido la mujer, Leyda Delgado, quien quizo hacer saber lo que pensaba, quizó que por un segundo las cámaras dejaran de apuntar a la sonrisas y las palabras previamente ensayadas, y se orientaran a ella, a esa sencilla docente que probablemente recoge la tristeza y el dolor de miles de colombianos, de ciudadanos normales a quienes nos duele ver que alguien como Andrés Felipe Arias tenga la desfachatez de presentarse a la opinión pública como candidato a la presidencia.


Si esta altivez se mantuviera, ¿cuántos candidatos de las presentes elecciones recibirian zapatazos de sus electores en cada gira?, o tomatazos, o naranjazos o lo que sea que se pueda lanzar para detener esta oleada de cinismo que con más vigor que nunca ha colmado la escena publica en Colombia.


Me quedo con el gesto sencillo de esta mujer, con su coraje, con su desparpajo y con una frase suya, "en las mismas circunstancias, sí lo voveria hacer".